jueves, 8 de marzo de 2012

Los siete trucos de Tamariz para hablar en público


A continuación reproduzco parcialmente este gran post de Raúl Hernández González:


Naturalidad

Tamariz en el escenario es absolutamente natural. No hay un gesto, un chiste, un chascarrillo… que resulte forzado. Donde a otros se les nota sobreactuados (“ahora tengo que poner esta voz; ahora toca mover el brazo así; ahora tengo que levantar una ceja”), Tamariz hace que todo fluya, que todo parezca en su sitio. No me cabe duda de que el espectáculo está una y mil veces ensayado, que todo está definido de antemano; pero a la vez está (quizás por el propio efecto de haberlo ensayado tanto) tan perfectamente pulido que resulta natural. 

Cercanía

Hay quien, además de la barrera natural que supone muchas veces el escenario con respecto a la audiencia, se encarga de levantar una barrera adicional; “yo estoy aquí arriba, vosotros ahí abajo… yo estoy por encima de vosotros”. Tamariz se encarga de romper cualquier barrera. Es, simplemente, uno de nosotros. En su lenguaje, en su actitud… no hay nada que te aleje de él, sino más bien al contrario. Humor: el humor es un gran lubricante para la transmisión de ideas, para alcanzar la sintonía en la comunicación, para dejar huella. El humor relaja, entretiene. Y Tamariz es divertido, muy divertido. 

Gestualidad

La capacidad de comunicación del lenguaje no verbal. Tamariz utiliza todo su cuerpo para comunicar. No duda en explotar su punto histriónico, sin vergüenza ninguna, para acompañar lo que dice. Sube, baja, corretea, grita, hace caras, mueve los brazos, tira el sombrero… se abre la camisa y muestra la pelambrera, enseña la calva… y por supuesto, toca el violín. Lo que haga falta. 

Expectación

Recuerdo uno de sus números, con un mazo de cartas. Una pequeña cámara enfocaba su mano mientras sujetaba las cartas, y una pantalla reproducía el momento. En ese momento miré a mi alrededor; más de mil personas tenían la mirada fija en la pantalla. Y lo que me resultó más impresionante: no se escuchaba a nadie ni respirar. Silencio absoluto, atención plenamente concentrada en lo que iba a pasar. Si eres capaz de crear un momento como ése… es que verdaderamente has conseguido impacto. 

Involucración de la audiencia

El espectáculo de Tamariz no es del tipo “yo hablo, vosotros miráis”. Está permanentemente haciendo participar al público. No sólo con el “necesito un ayudante”, sino que interpela a personas por aquí y por allá, moviliza al público (recuerdo un momento en el que todos a la vez ejecutamos un “pase mágico”…). Pero, de nuevo, todo con naturalidad, alejado de esos momentos incómodos que a veces se producen cuando alguien insite en “ahora tienes que hablar tres minutos con el señor que tienes al lado”. En su punto justo. 

Pasión

Uno podría pensar que, con casi 70 años y toda una vida en los escenarios, Tamariz debería estar cansado. Que podría adoptar una actitud funcionarial en sus espectáculos, “vengo, hago lo mío, cobro y me voy”. Lo que yo vi en el escenario fue un niño absolutamente entusiasmado con lo que hacía. Me lo imaginaba en su casa, dando saltos y palmitas cada vez que ejecutara un número. Y esa pasión, ese entusiasmo, es la piedra angular que sirvió como catalizador de todo el espectáculo. Sin pasión, ¿cómo vas a emocionar, a conmover… a comunicar? Vale, no todas las materias del mundo son susceptibles de ser vividas con pasión (¿o sí?). Pero si no sientes pasión por lo que dices… ¿para qué te subes a un escenario? Es tiempo perdido, para ti y para quien te va a ver.




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